En estos días he escuchado a muchísima gente quejarse de los adolescentes y de la juventud…
“_Que mirá cómo se comportan… que fíjate cómo se visten… que no tienen pautas, que no son educados, que avasallan e invaden…”_
Preguntas: dirigidas a toda esa gente “quejosa por naturaleza”:
¿Los miraron? ¿Los escucharon? ¿Se interiorizaron acerca de cómo se sienten? ¿De cuáles son sus deseos? ¿Sus temores? ¿Sus expectativas? ¿Alguna vez, señores, les han preguntado que sienten ellos acerca de nosotros sus mayores? ¿Saben acaso cómo nos vemos a través de sus ojos, a través de sus miradas?
Yo me pregunto… ¿No será acaso que da tanto miedo el mirarse a sí mismos que se prefiere ver a los demás? ¿No se tendrá tanto pavor de que al mirarse no les guste lo que ven y por eso es bueno mirar para otro lado? ¿Acaso no será que duela ver en otros lo que ya no se encuentra en uno mismo? Belleza natural, juventud, atrevimiento, deseos, metas, ganas, brillo, risas, llantos, piel, amigos, locuras, música, placer…
Y en este preguntar, he encontrado variedad de respuestas. Pero tal parece, que los seres humanos, oscilamos entre un extremo al otro… Entonces esos mismos que antes se quejaban de los adolescentes “perdidos”, ahora echan la culpa a los padres que no supieron ser padres.
Reflexionando acerca de los adolescentes de ahora y nosotros hace tiempo atrás considero que la necesidad de expresarse por medio de la rebeldía y de los no convencionalismos, así como esa necesidad de poder, por un lado, distinguirse del resto, y, por el otro, parecerse a… con el fin de pertenecer, no ha variado, lo que sí varió es la manera en que lo demuestran o lo llevan a cabo , los tiempos cronológicos y la celeridad con que se mueven las cosas en la sociedad actual que los lleva a ellos a comportarse de igual manera. El adolescente en esencia y el joven adulto no se diferencia tanto de nosotros en igual situación. Sí han cambiado los tiempos. El adolescente ahora inicia su pre adolescencia a los 9, 10 años, con características más propias de una adolescencia plena.
Respecto a nuestro papel como adultos, como formadores y modelos de estos jóvenes, si nos detenemos tan solo por un momento a pensar, a mirar y a ver, en su mayoría puede observarse cansancio en los padres y desconcierto en los adolescentes y jóvenes. Estos buscan irremediablemente un referente, buscan aquel padre el cual deben “desarmarlo” como padre ideal, para poder “ensamblarlo” tal cual rompecabezas, formando una imagen real, que les devuelva un padre de carne y hueso, y, de esa manera poder separarse y acercarse a ellos. Ahora bien, analizando la “culpabilidad dictaminada por varios”, muchos jóvenes se encuentran con la situación de que esta búsqueda es infértil, ya que esos padres se hallan perdidos tratando de encontrarse a sí mismos, pues han crecido con un modelo de familia que ellos no han podido tomar como referencia, porque ha cambiado tanto y tan vertiginosamente, que se sienten descolocados, intentando hallar su propio camino que les permita funcionar en sociedad, ser buenos padres, hacer lo que se debe pero permitiéndose ser ellos mismos y ser felices. Lo que los hijos adolescentes ven hoy día es a adultos jugando a ser adolescentes, o, por lo menos, jugando a ser jóvenes eternos. Entonces ese distinguirse cuesta más, cobra otras aristas, y deben salir a buscar otros elementos para poder diferenciarse. Pero la buena noticia es que, también encontramos adultos, que ante la misma confusión, logran sobrellevarla tratando de equilibrar los modelos con los que se crió como válidos, con los que la vida misma los ha llevado a componer. Y en este camino difícil y desconocido, logran mantener de forma compensada, todas las posibles manifestaciones de las ganas de SER; esto es, ser felices, ser sintiéndose vivos y plenos, ser sintiéndose jóvenes con una vida para disfrutar y también ser reconociendo que sus hijos son lo más importante de la vida, ser reconociendo que ser padres es un aprendizaje diario que nunca acaba, ser siendo flexibles con sus hijos pero al mismo tiempo poniendo límites, ser comprendiendo que las frustraciones que los adolescentes sientan son las bases para un futuro reconocimiento de que no todo se puede y que los habilitarán para que el día de mañana acepten un no, ser luchando diariamente en el manejo del “tit for tat” o más criollamente conocido como toma y daca… En definitiva ser reconociendo frente a sus hijos que aunque no todo lo sepan, aunque no todo lo puedan, aunque no todo lo logren, aunque no todo les salga “bien”, aunque se sientan muchas veces confundidos… ellos están, y le ponen el pecho a las balas y dicen presente cada vez que sus hijos los necesiten. Son los que se permiten reír y llorar junto a sus hijos pero desde el rol de adultos, esos que están dejando SER a sus hijos sin descuidar el caminar a su lado para sostenerlos cuando estos lo necesiten.
¿Qué la juventud de hoy y los padres se hallan perdidos?
Irremediablemente si… Perdidos en el maravilloso juego de la vida, donde el amor marca el rumbo y ese punto de inflexión en que ambos se encuentran una y otra vez.
Y VOS... ¿DE QUE LADO ESTÁS?
No hay comentarios:
Publicar un comentario