Mentes enfermas, cuerpos corroídos por la envidia, almas que
destilan el veneno conforme al hecho de no poseer vida… propia.
Silencios que delatan falsedades. Sonrisas que simulan una
armonía, muecas del espanto de un cuerpo ya viejo, en donde no hay cabida para
el amor.
Miradas que no son directas. Miradas que no son francas.
Miradas que ocultan y distraen. Miradas que solo ven los errores en los otros.
Cuencos de ojos vacíos que dejan entrever la pobreza de espíritu.
Pobres marionetas de una sociedad que las consume y las
devora. Juegan al juego que el engaño, la desilusión y la desesperanza le
enseñaron a jugar. Pobres almas errantes que no encuentran su lugar y jamás se
dieron la oportunidad de poder aprender a jugar según sus propias reglas.
Pobres atorrantas que su maldad las ha dejado solas, con el
alma vacía, sin ninguna otra compañía fugaz y maliciosa que la de una máquina
de juegos en alguna casa de timba moderna y cercana…
Infelices que todo lo miden de acuerdo al dinero. Que miran
y hablan si tu ropa no es de marca. Si tu reloj no está a la moda y tu perfume
no es importado. Que ironía…aromas franceses conjugándose con el llanto amargo
de tanto vacío al cerrar la puerta de sus casas y sentir el frío del eco que
resuena… ¿que has hecho con tu vida? Pregunta sin respuesta. Respuesta perdida
en algún recodo esquivo de la vida en donde un engaño pudo más que toda la vida
abriéndose a su alrededor.
Cuerpos sostenidos por maquillajes, ropa cara y fragancias
de tierras no conocidas… albergan en ésta mañana al dolor de sentir que
perdieron la partida. Una partida que jamás se atrevieron a comenzar. Y hoy…
pobrecitas… hoy solo sostienen un espíritu andrajoso que destila envidia,
celos, rabia, ira, profundo dolor… a través de palabras que describen una vida
que ellos no pudieron tener… palabras que describen… la vida de los otros.
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