miércoles, 22 de julio de 2009

¡Brindemos!


Escuchamos en todo momento que la sociedad está cambiada, que los jóvenes ya no son lo que eran antes, que la juventud está perdida, que los profesionales ya no son los de antaño, que la especialización nos hizo perder de vista lo global, que lo global nos hace perder la individualidad y la pertenencia a un grupo, que ya no hay grupos a los cuales pertenecer, que los gobiernos son corruptos, que los políticos no sirven, que los maestros no enseñan, que los porteros no limpian, que los médicos atienden mal, que los psicólogos son todos locos que no sirven para nada, que los niños ya no son inocentes, que los ancianos son sabios pero los jubilamos retirándolos del mundo productivo y los llevamos a una posible muerte, muerte que huele a destierro y soledad más que a muerte física; que los bancos manejan la vida de las personas, que la economía marca el ritmo financiero, que las finanzas no guardan proporción con los salarios de la gran mayoría, que ésta gran mayoría son vagos e improductivos a la espera de una caja de mercadería y tantos pesos de un plan, que los que quedan en el medio trabajan y no les alcanza ni el dinero ni el tiempo para disfrutar, que la gente es mala, que no hay que confiar en nadie, que estamos viviendo en plena decadencia, que prima lo físico, bello y con buen packaging a lo espiritual, a lo verdadero, a lo que realmente importa y perdura.
Pero también nos enseñaron que “el mañana traería un mundo mejor”, que el futuro, planificado, prolijito, dependía únicamente de nosotros, que “los hombres y mujeres del mañana” tendrían las respuestas. Que todo mejora con el paso del tiempo.
Yo me y les pregunto: ¿Acaso no somos nosotros esos hombres y mujeres del “mañana”? ¿No deberíamos despertar y darnos cuenta que el mañana es hoy? Es más, ¿no podríamos, por tan solo un momento, olvidarnos del tiempo en “tres tiempos” y pensarlo como circular? El mañana es hoy, el mundo es hoy y es nuestro. Pasado, presente y futuro, ¿Quién asegura que es así? Lo pasado, fue, pero sigue estando presente en nuestros recuerdos, en nuestro cerebro, el futuro es etéreo, solo contamos con el hoy. No dejemos que la indiferencia, la maldad y la incapacidad para oír, para ver y para hablar con palabras verdaderas de unos pocos, nos confundan, nos aturdan, nos atonten y nos quiten nuestras ilusiones, nuestros sueños.
Debemos darnos cuenta que somos los únicos responsables de la sociedad que tenemos.
Y la buena noticia es, queridos amigos, que veo diariamente jóvenes que trabajan, que estudian, que son respetuosos, que “no son caretas” ni viven con hipocresías para seguir un mandato familiar que no se pueden sacudir, jóvenes con sueños, con ganas, con libertad, que respetan y saben respetar a los demás; que hay profesionales que se dedican a lo suyo poniendo el corazón y el material que necesitan para cumplir con su labor, que la especialización no es mala porque bien empleada ha permitido innumerables avances en la ciencia en general, que la globalización tiene su lado positivo y permite que mucha gente esté conectada con otras personas que de otra manera no se podría, de muchas formas y maneras; que la individualidad está buena, porque nos permite diferenciarnos unos de otros, que podemos pertenecer a la cantidad de grupos que queramos, que no todos los gobiernos son corruptos, que hay gente que trabaja en ellos que sí son corruptas, pero que hay muchas personas que trabajan con honestidad, que hay políticos malos, corruptos y ambiciosos, pero que la vida me llevó a conocer a muchos que aún se mueven por ideales, que si bien hay maestros que no quieren ni ver a un chico, mucho menos enseñar, que esos son pocos, que la gran mayoría llega a su casa después de trabajar dos o tres turnos y se quedan planificando y preparando material hasta la madrugada, o, que van a pintar las escuelas en los días no laborables, que ponen plata de su bolsillo para gastarlo en lo que sus alumnos necesiten, que aunque haya médicos, muy pocos, que traten a la gente con desdén y desgano, hay muchísimos, el 90% que lucha día a día por salvar una vida, o por lograr que un niño pueda alimentarse mejor, que “pelean” diariamente con la burocracia y con la falta de elementos para trabajar, que curan o alivian “atando con alambre”; que hay psicólogos clase “A” y clase “B”, que los de la clase “A” trabajan prudentemente, utilizan sentido común, siguen estudiando, perfeccionándose, se analizan, hacen supervisión, trabajan en equipo, se preocupan y se ocupan de que la persona sufriente que está junto a ellos pueda elevar su calidad de vida, que los de la clase “B”, es mejor ni nombrarlos; que si algunos niños no poseen inocencia es porque algunos de nosotros se la hemos quitado de una u otra forma, pero que si uno hurga un poquito “más adentro” en cada uno de ellos, si nos detenemos un segundo a mirarlos, a verlos y oírlos, podemos ver esa inocencia intacta; que si bien hay abuelos desterrados, hay otros valorados, respetados por propios y ajenos, que hay gente que dona su “tiempo libre” para llevar alegría a quienes lo necesiten, o, simplemente compañía. Que ni el mundo de las finanzas, ni los vaivenes económicos guían nuestro espíritu, por lo menos, no al de la mayoría, que después de todo, lo material es efímero y se rompe, se pudre o malogra. Que no todas las personas se sienten felices y plenas por cobrar unos pesos de un plan, que hay muchas que el trabajo las dignifica, y que son muchos más honorables viviendo en sus humildes hogares que en grandes mansiones. Veo a diario, solidaridad, grupos de amigos eternos que siempre están, de una u otra manera, que se respetan y se aceptan tal cual son, veo parejas que se aman, familias que apuestan a la familia sin importar de la cantidad de los miembros que las compongan o de las formas, sin importar sexo, género, raza o religión. Veo personas que viven “siendo”. Dignas, confiadas, voluntariosas, trabajadoras, estudiosas, que dan el cien por ciento de sí, que no dudan en socorrer a quien lo necesita.
Lo real, es decir, mi opinión, total y absolutamente subjetiva, es que no hay blancos y negros, que entre ambos extremos hay una cantidad tan grande de matices como los que cada uno decida utilizar para pintar su vida. Que la vida es hoy y somos nosotros. ¡Brindemos!
By Melgi-Marcela।

lunes, 20 de julio de 2009

Reflexiones acerca de contratos...amor...soledad...la vida misma.



Un querido amigo, virtual, filósofo y escritor, inteligente, honorable y hermoso como pocos, ha escrito acerca de las elecciones que hacen hombres y mujeres una vez que se separan, haciendo alusión a que los hombres mayores eligen, buscan, mujeres menores, ¡mucho menores que ellos! Y que las mujeres, no les queda otra… se inician nuevamente en la “vida de relación” con hombres más jóvenes. El escrito refiere a un contrato, tácito, implícito, por el cual ambos “ex” intercambian sexo por…dinero, imagen, simple compañía.
Ahora bien, lo antedicho me ha llevado a la reflexión, en un momento en que tanto mi cabeza como mi corazón dan vueltas como una calesita. Reflexión que no se circunscribe a las posibles elecciones, ni siquiera al contrato, o no.
Mi mente divaga, intenta pensar, analizar, recordar, mientras que mi corazón se empeña en sentir sentimientos que, justamente, la razón rechaza.
Ambos se encuentran, confluyen y surgen simples ideas acerca de la soledad, del no aceptar la finitud del ser humano, así como tampoco de la no aceptación de la vejez como proceso natural, vital, irrenunciable, ineludible.
Dos personas, después de haber convivido 20 y tantos… después de haber apostado a “hasta que la muerte nos separe”, se encuentran, sin saber cómo, ni de qué manera, enfrentados, lastimados, heridos e irremediablemente solos.
En el medio, el regalo más enorme que la vida pueda darnos, los hijos. Los mismos que quisieras nombrar una y mil veces como MIS hijos, pero no. Primero porque no son ni tuyos ni de tu “ex”. Los hijos son hijos de la vida. Vienen, te llenan de amor, dan luz a tu vida, luego deben emprender su propio camino de aprendizaje. Ensayo y error. Y en este error más que ensayo, duele el alma el no poder protegerlos del sufrimiento.
¿Me siguen? ¿Pueden imaginarse?
Ambos, se abren al mundo navegando en su propio mar de confusión. Y aquí, se ponen en juego las concepciones, las convicciones, los valores, los miedos, las seguridades, las capacidades, de cada uno al enfrentarse a este nuevo capítulo del libro infinitamente bello que es la vida.
Entonces, surge produciendo variadas reacciones en cadena, la necesidad de sentirse libre, vivo.
Y, algunos, querido amigo, escogen vivir la plenitud de la juventud ajena, que refleja su propia juventud que solo vive en el recuerdo… y en su propia y subjetiva imagen.
Los hay otros que se sienten tan vulnerables, que confunden una sonrisa, una palabra cordial, un gesto amable, con ese amor adolescente que tanto nos hacía sentir vivos. Y se pierden. Se olvidan momentáneamente de marcar las diferencias entre lo importante y lo urgente, entre sus propios deseos y la realidad de la que forma parte.
Habrá algunos que se sientan tan acompañados y felices por los afectos que los rodean, tan contenidos, tan importantes, tan necesarios, tan ocupados, con tanta vorágine cotidiana, que expresen satisfacción por el logro de intentar una vida mejor, más saludable; que sepan que todo llega en su justo momento y que no busquen nada… pero que en esa pequeñísima parte del ser, allá escondida, agachadita, esté alerta esa terrible y fría soledad, que quiera rendirse ante ese abrazo y ese beso que hace años no tiene, sin siquiera pensar en el costo que ese pequeño acto de ¿amor? Pueda representar para propios y ajenos.
Por eso querido amigo, habrá contratos… pero lo que los rige, lo que los erige, lo que los pone en acción, son los valores que cada uno guarda escondidos sin saber que allí están. Pero el verdadero motivo de la búsqueda urgente, del rechazo a quedarse solos por un instante, no es otra cosa que el miedo a la soledad, y también esas profundas ganas de sentirse amado, importante, necesitado, por un par. Decía un conocido y renombrado actor en uno de sus films, “Tú me completas”. Eso es. Justamente eso. El sentir que algo nos falta. La otra mitad, lo que nos da equilibrio, seguridad. Lo que debería darnos también el placer de disfrutar la vida día a día, con la loca alegría de sabernos vivos.
En alguna esquina está esperando… sólo hay que saber esperar sin cerrar nuestras mentes y mucho menos nuestros corazones.


Melgi-Marcela.